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La Javeriana Cali pone la investigación y la innovación a favor de mejorar la calidad de vida y la salud de los colombianos

Por: Dominique Palau Catasús

A inicios de este año La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) presentó el informe anual sobre la situación económica, social y ambiental de la región en el 2022. Este reporte hace un análisis de los países respecto a las tasas de cobertura de la educación, desempleo, pobreza e igualdad de género. Según el reporte, Colombia está en la lista de los cuatro países con pobreza extrema, el 15% de los habitantes del país se encuentra en situación de escasez. La CEPAL afirma que los altos costos de productos básicos han aumentado el costo de vida dificultando las labores que buscan reducir el hambre y la miseria. Así mismo, según el último boletín epidemiológico semanal del Instituto Nacional de Salud (INS), en el 2022 se registraron 21.337 casos de desnutrición infantil en menores de cinco años, y según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) 308 menores murieron por desnutrición.

La complicada situación del país hace necesario que la investigación y la innovación estén en función de la sociedad, que trabajen para mejorar la calidad de vida de las personas y solucionar problemáticas sociales y económicas como estás. Actualmente, en nuestra Universidad Javeriana, los profesores Carlos Julian Giraldo y Leidy Marcela Montoya vienen trabajando, junto a la Alianza Bioversity, en un proyecto que consiste en la comparación de harinas del mercado colombiano con harinas biofortificadas. La biofortificación fue realizada por el CIAT y consiste en el mejoramiento de un alimento de origen vegetal a través de un injerto o cruce natural, se aprovecha la naturaleza para que el alimento sea potencializado naturalmente por un miembro de la misma especie.

Más concretamente, el proyecto consiste en comparar las propiedades de las harinas biofortificadas de frijol, maíz y arroz, a nivel fisicoquímico y nutricional, con las propiedades de las harinas en el mercado colombiano. Esto tiene el propósito de facilitar alimentos con cualidades funcionales para que cierta población con determinadas restricciones, como diabetes tipo II, puedan consumirlos también, teniendo en cuenta su mayor impacto en el bajo índice glicémico y su aumento en micronutrientes, lo que puede favorecer la salud de los consumidores. Esto significa que se van a evaluar aspectos como la composición de estos alimentos, la facilidad de cocción de su almidón y su impacto nutricional.

El proyecto surgió de una convocatoria interna de la universidad, pero tiene como afiliado a Alianza Bioversity International – CIAT. El proyecto inicia en el periodo de prepandemia y surge de la conversación entre colegas especializados en el tema. Fue una idea conjunta entre el profesor Carlos, la profesora Leidy y la especialista Sonia Gallego del CIAT. A pesar de las dificultades a raíz de la pandemia del COVID 19, el proyecto consta de cinco fases que se están trabajando en este momento.

Lo importante es entender que los alimentos bifortificados tienen un plus diferenciador desde un punto de vista de la salud pública con respecto a lo convencional. Las harinas convencionales, como la harina de trigo, tienen alto índice glicémico y su aporte de fibra y micronutrientes es menor al de los alimentos biofortificados. Los alimentos que son potencializados son ricos en fibras, nutrientes, y contienen almidones resistentes que permiten el control y no incremento de la diabetes tipo dos. Estos productos hacen parte de la canasta básica familiar, son productos de fácil acceso para las poblaciones alejadas o de escasos recursos, por lo que son muy consumidos. Según el profesor Carlos “el garantizar que estos productos estén biofortificados y tengan un mayor valor nutricional permite una mejoría en la calidad de vida y la salud de estas personas, al tener varios de los componentes nutricionales que se necesitan”.

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